Cincuenta y siete perros han sido rescatados de una granja de carne de perro en
Corea del Sur, donde pasaron toda su vida en jaulas pequeñas y sucias.
Los cachorros maltratados (algunos con sólo 2 días de nacidos), iban a sumarse a
la lista de los dos millones de perros que se consumen cada año en el país
asiático, antes de que dos grupos de derechos de los animales intervinieran
heroicamente.
Todos ellos fueron llevados a un refugio en el norte de California, antes de ser
puestos en adopción la semana anterior, gracias a Humane Society International y
Change for Animals Foundation en Corea del Sur.
Los grupos de derechos animales en el interior del país han condenado la defensa
del consumo de carne de perro como tradición o cultura nativa y reclaman que el
comercio de la carne no sólo es cruel sino que su consumo es perjudicial para la
salud humana.
Los perros cuyas razas van desde beagles, poodles hasta jindos (perros nativos
de Corea) fueron descubiertos viviendo en recintos miserables donde esperaban
ser sacrificados por su carne.
La mayoría de ellos fueron raptados en las calles, pero un número no revelado de
perros fueron criados especialmente en granjas destinadas a abastecer a la industria de carne de perro.
Los perros fueron descubiertos en un "estado terrible, tanto físico como mental",
según el director de campaña de Humane Society International en Asia.
Lola Webber dijo: "Ellos han estado hambrientos de amor toda su vida, viviendo
con miedo y privaciones”
"Tan pronto como abrimos las puertas de sus jaulas y se dieron cuenta de que no íbamos a hacerles daño, ellos menearon sus colas y lamieron nuestras caras. Me
sentí muy privilegiada de darle a estos perros el primer abrazo y beso de su vida”
El consumo de carne canina está generalizado en toda Asia, sin embargo Corea
del Sur es el único país que posee una industria que se dedica en exclusiva a la
crianza de perros para consumir su carne.
Los 57 perros que se rescataron pertenecían a Tae Hyung Lee, ganadero que se
ha dedicado a la crianza de perros para consumo durante veinte años. La presión
de su familia y el detrimento de la industria lo convencieron de abandonar el
comercio de carne de perro.
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